Dios es paz. Dios es amor.
No
hemos olvidado de que,
Puesto que hemos sido
creados a imagen divina,
Dios esta en nuestros
corazones y somos criaturas de paz, seres de amor y divinidad.
Sólo
hay una religión, la del amor.
Sólo puede haber una, porque sólo hay un Dios,
el Dios de todos nosotros.
Tenemos que amarnos los unos
a los otros, porque el amor es el camino.
De lo contrario nos
condenaremos a repetir curso tras curso, hasta que aprendamos la lección del
amor.
Sólo
si nos deshacemos de nuestros miedos,
si vemos a la gente de otras
religiones como iguales,
como almas como nosotros
que van camino del cielo,
podremos
amar en un sentido
auténtico, incondicional.
Todos
somos lo mismo.
Todos remamos en la misma
galera.
En nuestras muchas
reencarnaciones,
hemos sido de todas las
religiones, de todas las razas.
El alma no tiene raza, o
tiene religión.
Sólo conoce el amor y la
compasión.
Todos somos seres divinos.
Hace miles de años que lo
sabemos,
pero nos hemos olvidado.
Y para volver a casa
tenemos que recordar el camino
Como los radios de una rueda
de bicicleta,
todos los caminos indicados
por las grandes religiones
llevan al mismo centro,
a la devoción y la iluminación.
No hay un camino mejor o
peor que otro.
Hay grandes verdades,
belleza y sabiduría
en todas las grandes
tradiciones religiosas.
No es necesario que
abandonemos nuestra tradición.
Al fin y al cabo, unas
prefieren las rosas,
y en cambio a otros les
gustan más
las flores silvestres o los girasoles.
Todas tienen su belleza
propia
y Dios hace que el mismo sol
las ilumine,
que la misma lluvia las
alimente.
Son distintas, pero todas
son especiales.
La lluvia cae sobre malas hierbas
igual que sobre las flores,
y el sol brilla en las
cárceles
igual que en las iglesias.
La luz de Dios no
discrimina,
y tampoco la nuestra debe
hacerlo.
No hay un único camino,
una única iglesia,
una única ideología.
Sólo hay una luz.
Cuando caen las barreras,
todas las flores pueden florecer juntas
en un jardín de esplendor
sin igual,
un paraíso terrenal.
Recordar que somos almas,
que somos inmortales y que existimos siempre en un
vasto mar de energía es la clave para llegar a la alegría y a la felicidad.
En ese mar energético, toda una serie de espíritus que
están para ayudarnos nos conducen por el sendero de nuestro destino, nuestro
viaje evolutivo hacia la conciencia de Dios.
No competimos con ninguna otra alma: nosotros tenemos
nuestro sendero y ellos el suyo.
No se trata de una carrera, sino de un viaje que
emprendemos juntos hacia la luz de la conciencia.
Las almas que han progresado o evolucionado más tienden
una mano con amor y compasión a las que se han quedado atrás.
La última alma que completa su trayecto no vale menos
que la primera.
Todo es crecimiento y aprendizaje, un crecimiento
continúo.
El cuerpo no es más que un vehículo que utilizamos
mientras estamos aquí.
Lo que perdura eternamente es el alma y el espíritu.
Nuestras almas existen en una corriente de amor
energético.
Nunca nos separamos realmente de nuestros seres
queridos, aunque nos sintamos alejados y faltos de amor.
Olvídate del pasado. Ya no volverá.
Aprende de él y déjalo en paz.
La gente madura y cambia constantemente.
No te aferres a una imagen ilimitada,
desconectada y negativa de
una persona en
el pasado.
Mírala como es ahora.
Tu relación con los demás esta siempre viva, siempre en
continuo cambio.
Brian Weiss
Brian Weiss