"La fiesta del erudito"

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miércoles, 20 de abril de 2011

Capítulo VII. Mentalismo: el trazo de unión entre el ser pensante y el Espíritu.

Capítulo VII. Mentalismo: el trazo de unión entre el ser pensante y el Espíritu.                                                                  
                               En la historia de esta humanidad vemos transcurrir los siglos y siempre hubo una separación distinta entre el espíritu y el ser pensante como si se tratasen de verdades distintas y hasta cierto punto irreconciliables. Eso se debe, al hecho de que siempre hay en todas las épocas una casta sacerdotal organizada, que precisa mantener la hegemonía y el control sobre la voluntad de los pueblos, utilizó esquemas religiosas adaptados a las conveniencias, incluso aunque eso llevase falsear la verdad, omitir hechos dudosos o revelar aspectos que pusiesen en tela de juicio o evidenciar sus indiscutibles autoridades.
                               Así, se prefirió crear una historia tan infantil como la de Adán y Eva para justificar la creación porque, la verdad, colocaría en tela de juicio la autoridad de un representante. Si no hubiese el pecado, la expiación, la condenación, ¿cómo explicar la existencia de la clase sacerdotal?. Si todo hombre fue creado libre, con libre albedrío, respondiendo personalmente por los propios errores, ningún representante puede alterar ese estado de cosas entonces, ¿cómo se justificaría la existencia del sacerdote?.
                               Durante siglos, en todos los pueblos y civilizaciones en la Tierra, existió siempre el sacerdote, la figura religiosa jerárquicamente superior y en quién se apoyaba el edificio religioso y espiritual de la sociedad. Y sirvió siempre como freno. Claro que el miedo de la condenación eterna no impidió a nadie cometer errores, pero por lo menos dio a la clase sacerdotal la oportunidad de mantener los fieles sumisos a las ordenes de alto, por mediación de sus intermediarios en la Tierra.
                               No pretendemos hostilizar a la clase sacerdotal de cualquier religión o credo. Queremos añadir también que ese estado de cosas existen también y aún dentro del Espiritismo donde determinadas figuras consideradas importantes, si no son sacerdotes, son considerados como tal.
                               Es propio de la personalidad humana crear héroes. Y eso se debe principalmente al miedo del anonimato, a la monotonía de ser anónimo. De ahí querer un héroe con quién puedan identificarse como modelo. No teniendo un modelo a señalar, se crea una sensación de anonimato, de no estar alineada dentro de un grupo y como tal en la mediocricidad. Teniendo un líder, teniendo una figura central como punto de referencia, las personas no se sienten tan anónimas, no se sienten mediocres o pequeñas pues siguen el consejo y la orientación del señor fulano de tal. Transfieren también para la personalidad líder, la carga de responsabilidades que ella misma tiene con su propia evolución.
                               Todos los grupos humanos tienen sus héroes, los sacerdotes, los conductores. También, dentro de los líderes espiritas sucede el mismo hecho. Con sus fundadores (hablamos tanto del plano visible como del invisible), sabían de esa debilidad humana y esa tendencia de toda agrupación o sociedad, crearon una estructura donde no se permitió cualquier estratificación social, incluso extremando todo cuidado y prudencia de los elaboradores de la codificación, los espiritas eligen sus sacerdotes, sus conferencistas predilectos, el médium mas fuerte, el espíritu que posee más luz.
                               Ese estado de cosas debe terminar en breve y el Plano Espiritual en su infinita sabiduría ya dispuso de tal forma que los grande líderes van a desaparecer paulatinamente dando lugar al trabajo realmente anónimo de equipo. Ese el verdadero espíritu de trabajo. Disminuir cada vez mas la presencia de los grandes líderes, de las figuras que destaquen, para concentrar el trabajo en las manos de equipos, que como equipos funcionarán perfectamente pero con los acuerdos tomados de sus miembros y  nada será hecho aisladamente. Ese espíritu de equipo tiene principalmente la función de ir haciendo desaparecer de la Tierra las figuras intermediarias entre el Plano Espiritual y la humanidad, para que cada criatura se identifique con el Creador, sin necesidad de intermediarios. El Divino Maestro refiriéndose al mejor lugar para la oración dijo: "Cuando quisieras orar, retírate para un lugar tranquilo y ora al Padre, en silencio."
                                
                               Traído a palabras comunes podríamos decir que el mejor templo es el nuestro y nada mas correcto y simple que pedir directamente al Padre, sin intermediarios o representantes.
                               Cuando el hombre se convenza de ese poder que le fue dado, de esa facultad que está a su disposición, él tendrá  avanzado un grande paso en dirección a su emancipación espiritual; pues estar apto a colocarse en sintonía con el Padre, de forma racional, como ser pensante, no como un ser amedrentado que recurre a intermediarios, balbuceante, para que este interceda por él junto al Padre.
                               Cuando el hombre finalmente entiende esa disponibilidad de los favores celestes, sin necesidad de intermediarios o representantes, el podrá realmente comprender la grandiosidad de la Ley, la grandiosidad de si mismo como imagen y semejanza del Padre.
                               Pero, antes que esto suceda, tenemos primero que reformar el modo de pensar del hombre, haciéndole percibir racionalmente, el funcionamiento de la Ley Espiritual. Mientras el hombre piense en Dios, imaginándolo con defectos e imperfecciones, con atributos de ira, venganza, proteccionismos, él jamás podrá conciliarse con el Poder Supremo. Guardar los mandamientos por temor, no despierta al hombre para sus potencialidades divinas, sirve apenas como freno.
                               Lo importante a través de ese mentalismo que viene siendo preconizado por el Espiritismo, podremos llegar a una perfecta síntesis de dos facultades divinas colocadas a disposición del hombre: la capacidad de pensar y el potencial espiritual.
                               Es hora de libertar a la fe de sus aspectos dogmáticos, de supersticiones, creencias, cultos exteriores y principalmente de pasar responsabilidades a terceros para que cuiden de nuestros bienes espirituales delante de  la Ley y el Poder Superior. Es la hora de que nosotros mismos cuidemos de los bienes y deberes que nos pertenecen por herencia espiritual, cosechados a lo largo de un número incontable de encarnaciones en este mundo y en otros, en la marcha evolutiva incesante en dirección al crecimiento espiritual.
                               Es hora de libertarnos también del miedo. El miedo, que está  por detrás de la  mayoría de la humanidad revelando una profunda falta de confianza en el Poder Mayor y demuestra, cuanto aún el hombre no cree en la bondad divina, en la justicia de la Ley Causa y Efecto. No creyendo realmente, sentimos miedo. Y por miedo, nos apegamos a creencias y supersticiones que nos llevan a establecer comercio con esa divinidad, en un verdadero régimen económico de cambio, donde promete hacer o dejar de hacer algo de los favores del Padre. Es visible la precariedad de tal régimen de permuta, y principalmente la inestabilidad de ese sistema considerando que la mayoría de los pedidos formulados son ventajas materiales que tienden siempre a atender intereses egoístas, cuando no mezquinos. Y en la mayoría de las veces ese Padre Amantísimo, tendría que  en el caso de atender la solicitación de un hijo, inevitablemente perjudicar a otro hijo, una vez que el derecho egoísta de uno recaee en el derecho de otro.
                               ¿Cómo resolver el impase?. ¿Tendría ese Padre que optar por uno de los hijos, perjudicando al otro?. ¿Qué criterio adoptar para esa opción?.
                               Como ven, la situación es tan visiblemente contradictoria que inmediatamente repugna a cualquier mente mas esclarecida. Tenemos pues, hermanos, ya en el límite de una Nueva Era, que concientizar nuestros potenciales, de nuestra capacidad de pensar y revisar todos los valores y actitudes llamados actos de Fe. Esto significa limpiar de nuestra fe toda esa gama de supersticiones, fanatismos, cultos externos y otros que fueron aumentados a la fe por religiosos sin escrúpulos, o por la mente infantil de la humanidad. El criterio a ser usado debe ser siempre  el de la fé raciocinada.
Es común entre Uds. decir: "es preferible rechazar 100 verdades que aceptar una mentira". Ese criterio debe orientar vuestras vidas pues la Ley Espiritual se fundamenta en la simplicidad que apenas la verdad puede contener.
                               Cuando es necesario el raciocinio muy complejo para explicarse algo simple, es porque se está huyendo de la verdad y entrando en el terreno de los artificios y mañas, cuando no se trata de mistificación.
                               "Procurar la verdad y la verdad los libertará". Y la verdad solo puede estar en las cosas simples, claras, fáciles al entendimiento y para la cual funciona siempre la misma regla. Una verdad debe ser verdad siempre y no admitir excepciones. Una verdad que es absoluta aquí y es relativa allá o no se aplica en un futuro, probablemente es un artificio cualquiera que encubre un deseo subalterno o que abre un interés oculto entrelineas.
                               Y el hombre, como ser pensante, debe aplicar ese criterio de simplicidad de la fe racional sobre todos sus actos. Siendo un ser espiritual, creado  a la imagen y semejanza del propio Creador, dotado de la maravillosa capacidad de pensar tiene necesariamente, que hacer de ese potencial un uso adecuado que lo libere de la esclavitud del miedo, de creencias idiotas e infantiles que le sujetan poderosamente; pues  actuando así, el transfiere el centro del poder de su propia voluntad para un poder externo y que pasa a controlarlo.
                               A partir de esa combinación:  ser espiritual y ser pensante, el hombre deber  direccionar su mente para el Padre como representante de si mismo, como sacerdote de su propio templo interno, teniendo como principales herramientas de trabajo el amor, la tolerancia y la obediencia.
                               Nuestro trabajo, en el transcurrir de esa Nueva Era es hacer al hombre despertar a sus potencialidades individuales. Transferir el centro de poder decisorio hacia dentro del propio hombre y liberarlo de esa cadena de engaños creados por la ignorancia de las cosas divinas y la omisión de sus propias potencialidades. El Espiritismo ha   contribuido mucho para despertar al hombre de su sueño milenario y ahora, en esta Nueva Etapa que se inicia, el papel de esa doctrina es colaborar con la Ciencia, con la Pedagogía, con la Psicología y ramas de la Psiquiatría. Que no se vea mas al hombre un ser dividido, partido en pedazos en cada sector del conocimiento humano, pero sí como un todo; espíritu y materia unificados en un ser pensante. Mientras no se llegue a esa síntesis del hombre racional y el ser espiritual caminando juntos, estaremos aún intentando dar los primeros pasos en dirección a los atributos reales de que el hombre fue dotado, para su maravillosa marcha evolutiva.
                               Que podamos cumplir bien nuestra misión, devolviendo al hombre su dignidad perdida, cuando abdicó de su capacidad de pensar, para  igualarse al lider.
Que las luces del Tercer Milenio se derramen sobre todos Uds. y que cumplan bien, el Ideal de llevar al hombre el mensaje de la Nueva Era.
                Afectuosamente
                Sirius

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